Por Bernardo Candia Henríquez
                                                            ex alcalde de San Juan de la Costa

El desarrollo local necesita integrar a diversos actores y lograr un compromiso transversal de instituciones públicas y actores sociales. Mi visión es que el diseño de políticas públicas orientadas al desarrollo local debe incorporar un enfoque sistémico que permita avanzar de manera armónica en los diversos ámbitos que conforman el quehacer comunitario.

Esto implica reconocer la interdependencia entre sectores tan diversos como la infraestructura y el equipamiento comunitario, la protección social —salud, educación y vivienda—, el fomento productivo, el medio ambiente, la participación ciudadana, la cultura y el deporte. Cada uno de estos componentes aporta al bienestar de las comunidades y debe abordarse de manera articulada.

Por ejemplo, en el área de infraestructura, una política pública efectiva debe basarse en diagnósticos sólidos y propuestas fundadas. Un caso ilustrativo es el de San Juan de la Costa, donde se estableció como objetivo alcanzar 80 kilómetros de asfalto básico en la red vial local. A la fecha, se han logrado 62,5 kilómetros, lo que evidencia un avance significativo que mejora la conectividad y facilita el acceso a servicios y mercados.

En el ámbito de la protección social, los esfuerzos se han orientado hacia el fortalecimiento de la red de atención primaria de salud, con la implementación de ocho estaciones médico rurales, cuatro pistas y el Centro de Salud Familiar (Cesfam) de Bahía Mansa. En educación, se logró la mejora de nueve de los diez establecimientos educacionales del territorio, un hito que refuerza las oportunidades de desarrollo humano y social.

Asimismo, la estructura productiva local necesita políticas específicas que respalden a micro y pequeños emprendedores con el acceso a recursos que les permitan iniciar o consolidar sus negocios, impulsando la economía local y promoviendo su autonomía financiera.

Por último, pero no menos importante, las iniciativas dirigidas a valorizar el patrimonio cultural y fortalecer la identidad de los territorios locales son esenciales. Estas acciones no solo contribuyen a preservar la herencia cultural, sino que también fomentan el sentido de pertenencia y cohesionan a las comunidades en torno a objetivos comunes.

El denominador común de todas estas políticas debe ser el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes. Lograr esto exige una planificación integral, una ejecución coordinada y un monitoreo constante que garantice la efectividad de las acciones emprendidas.

En conclusión, el diseño de políticas públicas para el desarrollo local no puede ser un ejercicio aislado ni fragmentado. Solo mediante un enfoque sistémico y articulado podremos construir comunidades más equitativas, sostenibles y resilientes, donde cada habitante tenga la oportunidad de prosperar y vivir con dignidad.