Cada año, con la llegada de la primavera, millones de personas sufren
las consecuencias de un sistema inmunológico hipersensible ante alérgenos como
el polen, que florece en abundancia en nuestros jardines y parques.
Las alergias respiratorias estacionales afectan a una parte considerable
de la población mundial, especialmente en áreas urbanas donde la contaminación
del aire y la alta concentración de agentes alérgenos crean un ambiente
peligroso para quienes ya tienen una predisposición genética.
En Chile, por ejemplo, se calcula que cerca del 30% de la población
sufre de rinitis alérgica estacional, cifras que continúan aumentando año tras
año. Estos datos, destacan la importancia de gestionar estos trastornos desde
un enfoque preventivo, especialmente cuando las consecuencias no se limitan a
los síntomas inmediatos, sino que pueden desencadenar enfermedades
respiratorias crónicas si no se manejan adecuadamente, más aún en ciudades
donde hay una alta exposición a la contaminación medioambiental del aire, como
lo es el sur de nuestro país.
La picazón en los ojos, la congestión nasal y el infaltable estornudo son
los síntomas más comunes de las alergias estacionales, pero los efectos van
mucho más allá de lo físico. Los pacientes que padecen rinitis alérgica, por
ejemplo, experimentan una significativa disminución en su calidad de vida,
afectando su rendimiento en el trabajo, el deporte, entre otros, afectando su
calidad de vida.
Este impacto no sólo es fisiológico, sino también emocional y social, ya
que las personas se sienten limitadas en su interacción con el entorno. En este
sentido, resulta fundamental abordar la alergia respiratoria desde una
perspectiva integral, que no sólo considere el tratamiento médico, sino también
el fortalecimiento de la salud respiratoria mediante técnicas complementarias.
En este sentido, es importante que, como sociedad, abordemos las
alergias respiratorias estacionales desde una perspectiva preventiva. Aunque la
medicina ofrece soluciones farmacológicas eficaces para controlar los síntomas,
la educación y el autocuidado son esenciales para evitar que los alérgenos
tengan un impacto permanente en la salud.
Asimismo, la prevención debe considerar cambios en el entorno del
paciente, como, por ejemplo, evitar la exposición al polen en las horas pico,
utilizar purificadores de aire y mantener un ambiente limpio y libre de polvo,
especialmente intradomiciliario. A través de un trabajo conjunto de educación podríamos
mitigar el impacto de las alergias estacionales, transformando la primavera de un
reto respiratorio a una oportunidad para la educación sobre el autocuidado.
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