Es desolador contemplar
los sitios devastados de las casas incendiadas en febrero pasado. La tristeza
aumenta al ver el estado de los colegios en Atacama y pensar en la calidad de
la educación que estamos proporcionando a esos niños. Lo peor es que estos casos
son ejemplos de políticas voluntaristas, programas mal concebidos y
deficientemente ejecutados.
En ambos asuntos, es
crucial que el gobierno y los parlamentarios, al menos una vez, consideren la
opinión de los técnicos y fundamenten sus decisiones en evidencias sólidas. Al
inicio de un nuevo año académico, las universidades tenemos, por definición, la
obligación de colaborar entregando esas evidencias, aportando con análisis
críticos y evitar llegar a conclusiones preconcebidas.
Afirmar que esto entra
en conflicto con la supremacía de la política, es una soberana tontera. Está
bien que nos apartemos de cuestionamientos a la ciencia, actitud propia del
populismo, pero tampoco podemos caer en el cientifismo extremo que no reconoce
ni valora factores en conflicto.
Es urgente que la
política se base en evidencia y conocimiento para abordar con eficacia los
desafíos que tenemos como país.
0 Comentarios