Lo cierto es que 2015 no tuvo esa repercusión esperada, al menos en
precipitaciones. Pero sí recaudó la cifra no despreciable de 300 milímetros de
lluvia para la zona central de Chile, algo que -este 2023- podría repetirse en
cantidad e incluso superar esos valores.
Para Raúl Valenzuela, académico del Instituto de Ciencias de la Ingeniería de la Universidad de O’Higgins e investigador adjunto del Center for Climate and Resilience
Research (CR2) es
probable y posible que se repita el escenario del 2015. “Hasta el minuto no hay
señal, de los modelos u otra fuente de información, que indique algo diferente.
Se están repitiendo muchos patrones, el alza de la temperatura ocurre a la
misma velocidad y el mismo umbral. Entonces, en el mejor de los casos, tendríamos
la misma cantidad de lluvia que hubo el año 2015”.
El Niño en el umbral
El Niño Oscilación del Sur (ENOS) es el fenómeno donde fluctúan las
temperaturas del Océano Pacífico en su parte central y oriental (a la altura
del Ecuador), cuyos resultados se asocian preferentemente a cambios en la
atmósfera. Ejemplo de ello es la influencia que tiene en las condiciones
climáticas de Chile central.
“Lo que están mostrando los pronósticos a nivel mundial, de distintos
centros de investigación, es que el fenómeno de El Niño lo vamos a tener
instalado cerca del mes de septiembre de este año, con una anomalía aproximada
de 2,5 grados Celsius sobre el promedio histórico”, declara el Doctor en
Ciencias Atmosféricas.
Los modelos también proyectan una cantidad de precipitación sobre lo normal
para la zona centro del país y, probablemente, una cantidad más importante para
la zona sur de Chile. “Efectivamente, ha habido variaciones desde que se empezó
a medir el fenómeno, pero existe una tendencia a que las precipitaciones serán
sobre lo normal en la zona centro-sur”, puntualiza el Dr. Valenzuela.
“Hay que tener confianza que, en algún minuto del año, cerca de septiembre,
deberíamos estar de lleno en El Niño. Pero también es necesario recordar que
estaremos saliendo de la época invernal y entrando a la primavera, lo que puede
ser un riesgo para las actividades agrícolas”, señala el experto UOH.
Agro en alerta
La presencia del fenómeno de El Niño durante la primavera es un hecho que
preocupa en la agricultura local, producto del daño/beneficio que pudiera
causar, especialmente la lluvia.
“El nivel de daño depende del momento en el que ocurra la precipitación,
pero eso no lo podemos saber aún. Todo dependerá de eventos específicos, el
momento en que ocurran, su intensidad y frecuencia”, puntualiza Viviana
Tudela, docente de la Escuela
de Ciencias Agroalimentarias, Animales y Ambientales (ECA3) de la Universidad de O’Higgins.
La experta agrega que hay especies –en la agricultura- que florecen
temprano, en agosto y septiembre, mientras otras lo hacen más tarde, octubre o
noviembre. “Por ese motivo no todas las especies van a ser igualmente
afectadas. No es sólo por la sensibilidad que tengan, también es por su época
de floración y si ésta coincide o no con la precipitación”, detalla la Dra.
Tudela.
Por otra parte, la experta aclara que al existir especies que se siembran
en primavera, un aumento de las precipitaciones podría ser beneficioso, por el
nivel de humedad existente en el suelo a la hora de sembrar, cuyo nivel óptimo
es llamado ‘capacidad de campo’. “Si nosotros no tenemos el suelo a
capacidad de campo, es obligatorio regar a la hora de sembrar. Pero si llueve,
ahorraríamos recursos hídricos en la siembra y sería un efecto positivo del
fenómeno”, señala Tudela.
Por otro lado, en primavera la lluvia puede dejar pérdidas en el
rendimiento, debido a una menor ‘cuaja’ de frutos, ya que la intensidad de la
precipitación puede dañar las flores. “Por otra parte, el polen, en vez de
estar en el aire para ser llevado a otra flor, en el caso de la polinización
que no es por insectos (anemófila), es tomado por el agua y cae al suelo. Y en
la polinización entomófila, que es por insectos, estos no pueden volar cuando
hay lluvia y se reduce la efectividad de la polinización”, asegura la docente
UOH.
Hay otro problema que está latente pero no se ve hasta la cosecha. “Mayor
humedad y temperaturas hacen que ciertos patógenos se propaguen, se dispersen o
se activen. Muchas veces ingresan por las flores y posteriormente se
desarrollan visualmente cuando los frutos están grandes. Y esto genera
problemas de pudrición durante la maduración de la fruta o en pos cosecha”,
indica la experta.
Más o menos frío
Una de las realidades del invierno es que luego de cada lluvia llega el
frío. Y junto a ello, la contaminación atmosférica –en especial por
calefacción- de los sectores más poblados del centro sur de Chile. Pero El Niño
podría cambiar ese paradigma.
“El aumento de la temperatura del Pacífico, en especial si es importante,
siempre va a influir en que la atmósfera aumente su temperatura. De hecho, hay
ciertos grupos de investigación que están proyectando que este 2023 debería ser
récord en términos de temperatura”, explica Raúl Valenzuela.
El experto agrega que ya se ven algunas señales en el hemisferio norte,
especialmente en Europa. “Aun así a nosotros nos ayuda mucho la corriente de
Humboldt que, al ser una corriente fría, regula los máximos”, señala el
académico y advierte que “en promedio, este debería ser un año más cálido que
los anteriores, donde hemos estado bajo los efectos de La Niña”, finaliza
Valenzuela.
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