El desarrollo económico, en la definición utilizada por décadas, da cuenta de la capacidad de un país o una región de producir riqueza destinada a resolver las crecientes y supuestas necesidades “inagotables” de las personas. Sin embargo, el concepto resultó tan obsolescente como los bienes de consumo acumulados bajo su alero.

El advenimiento de la economía circular, empujada por las desastrosas consecuencias del calentamiento global, es un respiro de esperanza que crece cada día, para situarse en el centro de la conciencia crítica de una sociedad que demanda cambios con urgencia.  

Se trata de un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor agregado, extendiendo el ciclo de vida de los productos. Combate la obsolescencia programada que fomenta el negocio del reemplazo ilimitado.

En la práctica, implica reducir los residuos al mínimo.

En Osorno y la región de Los Lagos no estamos lejos de sufrir los embates del modelo.  Es posible advertir como nuestros campos – otrora siempre verdes – claman por agua para producir leche, carne, cereales, y como la basura domiciliaria e industrial campea en los sectores urbanos por falta de espacio para su acopio y manejo adecuado.

Este sombrío panorama contrasta con esfuerzos locales que, con ingenio y profesionalismo, trabajan intensamente para crear mecanismos destinados a generar “riqueza sana” a partir del manejo de los residuos. 

Cómo no destacar la reciente nominación del emprendimiento osornino Patagon Fiber, como finalista de los Premios Verdes 2022, categoría residuos, concurso que contó con la participaron 2522 proyectos ambientales y sociales de 28 países y 655 ciudades.

La empresa local se dedica a la fabricación de biomateriales a partir de los rastrojos agrícolas de la Patagonia para marcas e industria textil sostenible, evitando las quemas agrícolas.

Lo anterior, además de servir como ejemplo, significa que poco a poco la sociedad está cambiando su mentalidad y buscando soluciones en pro de un bienestar común.

Si queremos lograr la existencia o creación de más empresas cómo éstas debemos pensar en que la educación – ya sea en el área de ingeniería u otra- es la clave para lograr un cambio real que beneficie a nuestras futuras generaciones.

 

Por Rosa Villalobos Castro

Directora del Programa Continuidad de Estudios Ingeniería Civil Industrial

Universidad Santo Tomás Osorno